DIA DE LOS DERECHOS HUMANOS

por José María Castillo
(Doctor en Teología y ex Sacerdote Jesuita)
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El 10 de diciembre de 1948 se firmó, en París, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es importante recordar y hacer mención de esta fecha. Porque esta Declaración representa uno de los acontecimientos más decisivos en la historia de la cultura, del derecho, de la política, de la humanidad entera. Y, por tanto, es también un acontecimiento de máxima importancia para la historia de las religiones, para los criterios que han de regir los comportamientos éticos. Y, por supuesto, para las espiritualidades.
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El problema está en que esta manera de ver las cosas es tan difícil de integrar en la vida de los individuos, de las instituciones, de la cultura entera, que tendrán que pasar bastantes generaciones para que los artículos de la Declaración se conviertan en convicciones tan determinantes, que lleguen a impregnar el tejido social de los pueblos, sus costumbres, sus leyes, sus estilos de convivencia y, sobre todo, los dos pilares que sostienen a cada país: el derecho y la economía.
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Baste pensar en esto: para querer a alguien, lo primero que hay que hacer es respetarle. Donde no hay respeto, no puede haber amor. Ahora bien, respetar a alguien es, ante todo, respetar sus derechos. Cuando los derechos fundamentales de una persona no se respetan, es imposible amar a esa persona. Pero, como dice la Declaración que hoy conmemoramos, respetar los derechos fundamentales de alguien es respetar su manera de pensar, su forma de vivir, sus costumbres, sus preferencias, lo que hace y lo que dice. Aunque todo eso no nos guste o incluso entre en contradicción con lo que nosotros pensamos, hacemos o decimos. Si la forma de pensar o de vivir de una persona no quebranta los derechos humanos de los demás, esa persona merece todo nuestro respeto. De ahí que los derechos humanos son y exigen tolerancia y estima de lo diferente.
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La tarea más urgente, que a todos nos incumbe, es vivir y fomentar la comprensión y la asimilación de los derechos humanos en nuestras vidas y en nuestra convivencia. Para ello, es decisivo que la religión y la educación se orienten en esta dirección. Concretando más, en este blog de teología, me parece que tiene hoy especial relevancia el que todos caigamos en la cuenta de que a las religiones les queda un largo camino por recorrer para cumplir con el sagrado deber que les incumbe en este orden de cosas. El pensamiento religioso suele ser un "pensamiento dogmático". Pero es evidente que el pensamiento dogmático es, por su misma naturaleza, un pensamiento impositivo, intolerante, autoritario e incluso amenazante. Mientras semejante forma de pensamiento siga teniendo vigencia, no será posible vivir los derechos humanos con todas sus consecuencias. Yo sé muy bien que la Iglesia, desde el papado de Juan XXIII, viene elogiando y recomendando insistentemente los derechos humanos. Pero también hay que decir que toda esainsistencia, siendo muy necesaria, se queda a medio camino, y hasta puede parecer mera palabrería, cuando los hechos en la vida de la Iglesia no se rigen por los derechos humanos. Navegando por la red, uno se queda de piedra cuando entra en algunos portales de internet, en los que quienes viven el pensamiento dogmático sin fisuras, por eso mismo se sienten con el derecho y hasta con el deber de ofender, insultar y condenar a quienes no piensan como ellos. Mientras esta mentalidad no cambie, dejemos de hablar de los derechos humanos. Y aceptemos que posiblemente somos muy religiosos, pero somos muy inhumanos. Aparte de que, a veces, damos pruebas abundantes de tener muy poca educación.
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