por Tomás García-Huidobro
(Sacerdote Católico)
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.La pregunta sobre dónde nació Jesús no era una pregunta casual o devocional en los primeros tiempos del cristianismo. El lugar de origen de Jesús tenía que ver, entre otras cosas, con su estatus de Mesías. Juan lo expresa muy bien cuando describe (VII, 40-43) a la multitud discutiendo sobre el origen del Mesías y preguntándose un tanto escandalizada: ¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo?
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Hoy en día nuestra cultura valora los méritos. Así si un sujeto nace en un contexto humilde y adverso, y a pesar de ello llega a alcanzar grandes logros, decimos que es una persona valiosa y admiramos su resiliencia. Esto no era así en la Antigüedad, donde el lugar de origen era realmente significativo. En la inmensa mayoría de los casos, el lugar donde nacías era el lugar que te situaba en la vida. En ese sentido es disonante que una persona de la que se predicaba su mesianismo hubiese salido de un pueblo perdido como Nazaret de Galilea. Menos frente a la población orgullosa de Judea. Definitivamente Dios no suscitaría un profeta o un Mesías para el pueblo de Israel, nacido en el seno de una familia cualquiera en un pueblo perdido de Galilea.
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Desde el punto de vista histórico no vamos a saber nunca con certeza donde nació Jesús. Hay argumentos convincentes para una respuesta afirmativa y una negativa respecto a Belén.
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A favor de su nacimiento en Belen está el hecho que tanto Mateo como Lucas conocen, independientemente uno del otro, una tradición antigua que habla del nacimiento de Jesús en Belen. Estas son las tradiciones que conocemos por sus Evangelios. Este argumento es valido si es que, con la mayoría de los exégetas, creemos que Lucas no conoció el Evangelio de Mateo (lo que de nuevo se está empezando a cuestionar). Otro argumento a favor del nacimiento de Jesús en Belen es el hecho que, a pesar del fuerte contenido político que el hecho implica, Lucas lo incerte en su Evangelio que se caracteriza por ser más conciliador con los romanos. En otras palabras, si Lucas quiere transmitir a sus lectores que el cristianismo no está en contra de la autoridad romana, ¿por qué situaría el nacimiento de Jesús en el preciso lugar donde se esperaba que naciece el Mesías prometido para liberar a Israel del opresor? Este argumento es valido sobre todo cuando no atendemos a las interpretaciones más recientes que cuestionan el papel conciliador del Evangelio de Lucas con Roma.
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A favor de una respuesta negativa, esto es que Jesús nació en Nazareth y no en Belen, esta el hecho que el cristianismo primitivo ya desde el inicio tuvo que "limpiar" muchas de las cuestiones más controvertidas del pedigri de Jesús. Así ya Pablo en Romanos I, 3 habla de Jesús como nacido del linaje de David según la carne. Por su parte, Mateo inicia su Evangelio con un esplendoroso árbol genealógico (al estilo de los grandes personajes) que vincula a Jesús directamente con el rey David. Lucas hace lo propio (III, 23-38). Y esto sin explayarnos en cómo los evangelistas tratan de reconfigurar la relación de discípulado entre Jesús y Juan Bautista, y las relaciones de Jesús con la magia en su ministerio público. En otras palabras, este argumento dice asi: los primeros crisitanos encontraron vergonzoso el hecho que el Mesías tuviese un pasado, una familia, y un lugar de procedencia tan comunes, tan ordinarios. Entonces, hechando mano de las profesías antiguas encontraron que Miqueas ya anunciaba el nacimiento del Mesías en un pueblo pequeño de Juda, Belen (V, 1). Tomando tradiciones de por aquí y por allá, construyeron un relato que era congruente con lo que significaba Jesús para ellos.
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En definitiva, ¿qué creer respecto al lugar del nacimiento de Jesús? El autor del cuarto Evangelio, que seguramente conocía los Evangelios de Mateo y Lucas, nos da una buena respuesta. El no habla de Belén, ni de Nazaret. El no inicia el Evangelio con una genealogía impresionante. El simplemente coloca el origen de Jesús desde una perspectiva cósmica: Jesús es el Logos que siempre ha estado en relación con Dios. Más aún, Dios crea todo a través de Jesús. De este modo nos está diciendo: no perdamos las perspectivas... no se trata de una cuestión de Belen o Nazaret, de tal o cual pedigri... aquí estamos frente a un misterio que es muchísimo más grande.
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