FALSIFICACIONES DE LA BIBLIA

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En los textos del Antiguo Testamento, promulgados por la Iglesia como la palabra de Dios, se presenta a menudo a Dios como a un monstruo sangriento que incita al crimen, al asesinato por robo, al genocidio, a la guerra y a la matanza de animales.
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También en el Nuevo Testamento hubo desde el principio graves discrepancias.
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Luego se continuó sin reservas con la falsificación de los textos. A pesar de ello, para las instituciones de la Iglesia católica y de la evangélica protestante la Biblia es la «verdadera palabra de Dios» y la «única norma de conducta», en parte con terribles consecuencias para seres humanos y animales:
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En su catecismo, la Iglesia católica explica con carácter obligatorio: «El Antiguo Testamento prepara el Nue­vo, en tanto éste completa el Antiguo. Ambos se iluminan mutuamente; am­bos son la ver­dadera palabra de Dios.» (n° 140)
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La Iglesia protestante ha establecido hasta hoy con carácter obligatorio en sus escritos sobre la fe: Tanto el Antiguo como también el Nuevo Testamento son «únicos juez, regla y nor­ma de conducta», según lo cual «tienen que ser reconocidas y juzgadas todas las enseñanzas, para ver si son buenas o ma­las, justas o injustas.» (Fórmula de la concordia del año 1580, Epitome, Concepto sumario 3)
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Citas sobre la Biblia
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Deformación: «El hecho de que el texto del Nuevo Testamento haya sufrido en este período de su desarrollo cambios tan grandes, habiendo sido sometido en parte a una deformación en regla, lo puede des­mentir sólo la ignorancia.» (El teólogo Jülicher)
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Un caos: «El texto original desaparece cada vez más; se notan las contradicciones cada vez más nu­me­ro­­sas entre los manuscritos de diferentes tradi­cio­nes y se trata de unificarlos: El resultado es un caos.» (Los teólogos Hoskyns y Daveyl)
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Corrompido fatalmente: «Hasta en el siglo XVIII se creía poseer el original del Evangelio de Marcos, tanto en Venecia co­mo en Praga; y ambos originales en latín, lengua que ningún evangelista jamás empleó. La ver­dad es que no existe ningún original, que no se ha conservado ningún libro nuevo testamen­ta­rio como tampoco ninguno bíblico en su texto original. Tampoco existen las primeras copias. Hay solamente copias de copias de copias. El tex­to actual del Nuevo Testamento es un texto mez­clado, es decir, que ha sido compuesto en ba­se a los diferentes textos legados por la tra­dición. …El texto del «Libro de los Libros», conoci­do actual­mente en más de 1100 idiomas y dia­lec­tos, está por lo tanto corrompido fatalmente.» (Karl Heinz Deschner: «Y una vez más cantó el gallo»)
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¿Sabía usted?
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San Jerónimo recibió en el año 383 el encargo del Papa San Dámaso I de elaborar un texto bíblico ho­­mogéneo en latín.
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San Jerónimo cambió los evangelios en más o me­nos 3500 partes.
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San Jerónimo también escribió que en párrafos lar­gos no hay dos textos que se parezcan y que existen tantas formas de textos como co­pias; él indicó también que «es difícil encontrar la verdad» donde un texto se diferencia del otro.
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El Nuevo Testamento existe en no menos de 800 manuscritos de evangelios, del siglo II has­ta el siglo XIII. El número de las discre­pan­cias y diferencias en los aproximadamente 1500 tex­tos conservados más o menos com­ple­tos es enorme.
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No existe ningún manuscrito que concuerde con los demás. Los teólogos cuentan entre 50.000 y 100.000 variantes.
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Se conocen 4.680 manuscritos griegos del Nuevo Testamento, de los cuales no hay dos que den a conocer el mismo texto.
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A pesar de esto, la Iglesia Católica mantiene su opinión de que tanto el Antiguo como el Nue­vo Testamento son la «verdadera palabra de Dios». También para la Iglesia Protestante Lu­terana son ambos «únicos juez, regla y nor­ma de conducta».
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San Jerónimo, su vida
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Nacido alrededor de 347 en Estridon, Dalmacia. Fallecido el 30 de Septiembre de 419/420 en Belén. Sophronius Eusebius Hieronymus, su nombre en latín, nació en Estridon, en la frontera de las provincias romanas de Dalmacia y Panonia, co­mo hijo de padres cristianos que, nótese, no lo bautizaron. Estudió en Milán y Roma y continuó sus estudios en la ciudad de Tréveris.
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Jerónimo, vegetariano y amigo de los animales, se hizo famoso y popular debido a un león, al que le sacó una espina de la pata, en el desierto de Chalkis, en Siria. El león se mostró muy agradecido y a partir de entonces se transformó en su amigo.
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En el año 379 Jerónimo fue ordenado sacerdote en Antioquía. Junto con el doctor de la Iglesia, el griego Gregorio Nacianceno el Joven, pasó tres años en Constantinopla y aprendió a apreciar a Orígenes.
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En el año 382 regresó a Roma como secretario del obispo romano Dámaso I. Dámaso encargó a Jerónimo, que dominaba siete idiomas, una nue­va traducción de la Biblia al latín: La «Vul­gata», hasta hoy válida como intachable y obli­gatoria para la Iglesia católica, es su obra.
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Después de la muerte de su protector, el Papa Dámaso, huyó en el año 385 a Belén, debido a que su crítica al clero y su lucha por el vege­ta­ria­nismo evidentemente disgustó a algunos seño­res. Jerónimo vivió y actuó escondido y solitario durante treinta y cinco años, pero continuó intensamente con su labor literaria.
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San Jerónimo, el falsificador de la Biblia
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Las instituciones denominadas Iglesias quieren convencer a los fieles de que la Biblia es la palabra absoluta de Dios. Pero no es así.
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Los escritos fueron falsificados desde el princi­pio. Con intención o inconscientemente. Por ignorancia o por descuido.
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Cuando Jerónimo recibió alrededor del año 370 la tarea del Papa Dámaso de traducir al latín todos los textos de los evangelios existentes y de ordenarlos en una gran obra (la Biblia), sufrió una gran desesperación: Ni siquiera dos textos te­nían una semejanza en todo su contenido. Todos se diferenciaban.
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Jerónimo le escribió al Papa: «También los que me calumnian tienen que reconocer que… en discrepancias no se en­cuentra la verdad (vercum non esse quod vanat). Si hay que confiar en los textos latinos, que digan, por favor, ¿en cuá­les? Existen casi tantas formas textuales (exemplaria) como copias
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San Jerónimo cambió la Escritura en 3500 partes
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Intuyendo lo que podría suceder, Jerónimo le es­cribe al Papa: «¿No habrá por lo menos uno… que a mí, en cuanto tome este volumen (Biblia) en la ma­­no…, no me califique a gritos de falsificador y sacrílego religioso, porque tuve la osa­día de agregar, modificar o corregir algunas cosas en los viejos libros
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Hay que reconocer Jerónimo no tuvo una tarea fácil. Con el mayor gusto él se habría basado en los textos griegos originales y corregido des­pués todos los errores que surgieron por «traductores en los que no se podía confiar». Tam­bién podría haber eliminado las «graves correc­ciones de críticos literarios audaces, pero in­competentes», como Jerónimo le dice al Papa en su carta, y dejar sin efecto «los agregados o las correcciones de copiadores poco atentos».
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Pero por lo visto Jerónimo tampoco se atrevía a ir muy lejos, debido a que a raíz de las constantes lecturas los romanos se habían acostumbrado a un cierto texto. Por eso «controló su pluma», es­­cribe él, y cambió la Escritura sólo en 3500 par­tes…
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Por lo demás, hay que mencionar que tampoco se podía confiar en los textos originales hebreos y griegos, ya que entretanto se habían cambiado muchas cosas en los casi 300 años transcurridos desde su aparición.
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Considerando esto, y los hechos siguientes, no es sólo una frescura el presentar a los fieles toda la Biblia como la «verdadera palabra de Dios» (Catecismo católico), sino simplemente un en­ga­ño a todos los creyentes.
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En tanto para Jerónimo en los escritos que dis­cre­paban los unos de los otros «es difícil en­con­trar la verdad», las instituciones católica y evan­gélica protestante ven esto de forma muy dis­tinta.
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Donde para Jerónimo «es difícil encontrar la verdad», para el Vaticano vale:«Manifestación sin error alguno»
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Extractos de la decisión doctoral del Primer Con­cilio Vaticano de 1869/70 sobre la Biblia: «Esta manifestación sobrenatural está con­tenida, de acuerdo con el credo de toda la Iglesia explicado por el santo concilio de Trento, en libros escritos y en transmisiones no escritas, que fueron recibidos por los apóstoles mismos directamente de la boca de Cristo o que habiendo sido dictados por el Espíritu Santo fueron transmitidos, por de­cirlo así, de mano en mano por los apóstoles, hasta llegar a nosotros» (DH 1501).
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«Es decir, que estos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento están completos, con to­das sus partes, como están descritos en el decreto del concilio mencionado y como están contenidos en la antigua edición latina de la Vulgata (traducción de Jerónimo), te­niendo que ser considerados como santos y canónicos. Sin embargo, la Iglesia no los con­sidera como santos y canónicos sólo por­­­­que fueran recopilados por diligencia humana y fueran aceptados después por su autoridad; para ser exactos, tampoco por­que contenían la manifestación sin error alguno; sino que porque ellos, escritos por ins­piración del Espíritu Santo, tienen como ori­gen a Dios, y en esta calidad le fueron en­tre­gados a la Igle­sia misma.» (Can. 4)
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Siempre nuevas revisiones, siempre nuevos errores
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Ya en el año 1590, la Vulgata (traducción latina de San Jerónimo) fue publicada por el Vaticano bajo el Papa Sixto V como «Editio Sixtina» y declarada sin faltas. En realidad, ella estaba llena de errores. En 1592 fue reemplazada, bajo el Papa Clemente VIII, por la publicación sin faltas llamada «Editio Clementina», pero ésta también contenía mu­chos errores. Recién la versión revisada en l598 –aun­que también con faltas– permaneció sien­do obli­gatoria por un largo tiempo.
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San Jerónimo oculta verdades esenciales
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Jerónimo tenía en ese entonces a su disposición todos los escritos aún existentes sobre las enseñanzas de Jesús. El sabía muy bien, que Jesús no comía carne y que enseñó a amar también a los animales y a no matar. En una carta a Juve­niano, Jerónimo hizo una declaración muy significativa sobre este tema. De este texto se deduce que Jesús evidentemente mandó no comer car­ne, lo que también atestiguan claramente mu­chos escritos antiguos ajenos a la Biblia. A pesar de todo, en la compilación de la Biblia, Jerónimo ocultó este importante aspecto de la enseñanza de Jesús, incluyendo textos ya falsificados. Cada día millones de animales tienen que pagar con su vida esta falsificación de la enseñanza de Je­sús. Innumerables miles de millones de animales se han consumido desde entonces en establos os­curos y han sido liquidados. Especialmente los pueblos «cristianos» se han transmutado con­­vir­tiéndose en carnívoros.
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Las consecuencias de este fraude son inimaginables para la naturaleza, los animales y los seres humanos…
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Carta de Jerónimo a Juveniano: «El placer por la carne era desconocido hasta el diluvio universal; pero desde el diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pes­tilentes de la carne animal... Jesucristo, que apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido co­mer más carne
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Y en otro párrafo dice en la misma carta: «Y por eso os digo: Si queréis ser perfectos, entonces es conveniente…, no comer carne
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El punto principal de la discusión: El amor del Nazareno por los animales
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El vegetarianismo de los primeros cristianos fue evidentemente un gran problema para los poderosos de la época. Por ningún motivo se le podía integrar en la Biblia. El autor alemán Carsten Strehlow escribe: «El padre de la Iglesia Jerónimo, fue incluso expulsado de Roma por mostrarse claramente a favor del vegetarianismo y de la abstinencia de alcohol.» Seguramente que él tendría que haber temido por su vida si, conforme a la verdad, en su nueva traduc­ción de la Biblia al latín hubiese mencionado el amor de Jesús por los animales. Se dice que ya ba­jo el emperador Constantino I se les echaba plo­mo derretido en la garganta a los cristianos vegetarianos y pacifistas.
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Había grandes luchas de partidos, debido a que «la mayor parte de los Padres de la Iglesia repre­sentaban fuertemente la alimentación vegeta­ria­na/vegana y la abstinencia alcohólica». Sin em­bargo, triunfaron el gobierno romano y la Igle­­sia romana, la que se estaba constituyendo con la ayuda del primero. Las citas siguientes dan una idea del poder negro como un cuervo que a partir de entonces se apoderó de la ense­ñanza de Jesús.
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Por ejemplo, los nuevos católicos fueron obli­ga­dos –antes de ser afiliados forzosamente a la Iglesia Católica romana en formación– a proferir per­sonalmente una maldición contra los seguidores de Jesús y Su enseñanza, y con esto por úl­­timo contra Jesucristo mismo.
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«Yo maldigo a los nazarenos, los testarudos, que niegan que la ley de sacrificios fue dada por Moisés, que se privan de comer criaturas vi­vas y que nunca ofrecen sacrificios …»
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Los sacerdotes vegetarianos eran despedidos
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En el año 314, en un sínodo eclesiástico, en An­kara, existía incluso el siguiente decreto (can.14): «Se decidió que aquellos que en el clero eran sacerdotes y diáconos y se privaban de la car­ne, la deberían probar, y así, si querían, po­dían vencerse a sí mismos (es decir, su aver­sión contra el consumo de carne); pero si mos­tra­ban repugnancia de comer incluso la verdura mezclada con carne, desobede­cien­­do así a las reglas, entonces tendrían que ser alejados de su cargo
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La renuncia de Jesús a la carne, para la Iglesia fue siempre una espina punzante. El Papa Juan III (561-574) maldijo incluso a los vegetarianos. Él pro­clamó este anatema en el primer sínodo de Braga (Portugal): «Si alguien declara impuras las comidas con car­ne, que Dios dio a los hombres para su pla­cer y… renuncia a ellas (comidas con car­ne)…, que sea excomulgado
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¿Tradujo Jerónimo un antiguo Evangelio primario?
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De las cartas de Jerónimo se deduce claramente que él recibió en sus manos un evangelio verdadero y original, el llamado evangelio hebreo o ebionita, una escritura auténtica que contenía la enseñanza de Jesús a los apóstoles. El libro es­tá escrito por el autor en lenguaje arameo/caldeo, pero con letras hebreas en clave. Jeró­nimo es­cri­bió al respecto a los obispos Chro­ma­tis y Heliodoro: «Se me ha impuesto una obra difícil, des­pués de que ésta (la traducción del evangelio hebreo) me fue recomendada por Vuestra Emi­nencia, de la cual el mismo san Mateo, el apóstol y evangelista, no deseaba que se escri­biera abiertamente. Pues si no hubiese sido secreto, él habría agregado al evangelio que lo que estaba publicando era de él; pero él selló este libro con letras hebreas y lo pu­blicó de tal modo que el libro, en letras he­breas y escrito por su mano, tenía que estar en pose­sión de los hombres más religiosos; que tam­bién con el correr del tiempo lo re­cibieron de aquellos que fueron sus ante­ce­sores. Pero este libro mismo no se lo dieron nun­ca a na­die para copiarlo…»
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Jerónimo tradujo dos veces este Evangelio se­creto, porque para él era «casi incomprensible». Jerónimo: «Y fue efectivo que este libroofreció un con­tenido no edificante, sino destructivo, y que este (libro) fue aprobado en un sínodo, lo que los oídos de la Iglesia se negaron a escuchar a propósito
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Con «destructivo» podría también referirse a la destrucción de estructuras, dogmas, tradiciones, etc. ya establecidas. En todo caso, un comen­ta­rista dice sobre este punto: «Jerónimo declaró fría­mente como hereje cada comentario sobre esta escritura, con excepción del suyo. Y aún más, Jerónimo sabía que este evangelio era el único ori­ginal, y a pesar de ello aumentó su ahínco por la persecución de los herejes. ¿Por qué? Por­que aceptarlo habría sido como pronunciar la senten­cia de muerte contra la Iglesia esta­ble­cida."
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Se sabía que el Evangelio hebreo era el único que fue aceptado durante cuatro siglos por los cristia­nos judíos, los nazarenos y los ebionitas. Los ebionitas, los verdaderos cristianos de los primeros tiempos, rechazaban los restantes es­critos apos­tólicos y utilizaban sólo este Evan­gelio. Por lo demás, ellos creían que Jesús pro­venía «del se­men de un ser humano», mientras que Jeróni­mo creía, según parece, en el naci­mien­to inmacu­lado.
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Eusebio, el escritor que escribió los textos de los padres de la Iglesia para la posteridad, puso este Evangelio hebreo al mismo nivel que la mani­fes­tación de Juan. Pero Jerónimo lo rechazó como una herejía.
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En esta relación es también interesante que Orígenes (185-254), el reconocido estudioso de la Biblia, según un comentario de Jerónimo «em­pleó a menudo» este evangelio hebreo.
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Orígenes creía en la preexistencia del alma. Se podría suponer que en este libro, que él «empleaba tan a menudo», no encontraba una contra­dic­ción sobre este tema, in­cluso puede que haya sido la fuen­te de su saber.
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Pero igual como haya sido, Jerónimo rechazó el evan­ge­lio hebreo y por eso has­ta hoy no se encuentra na­da de él, aparte de muy pequeños trozos. ¿No sería posible que estuviese tal vez en la biblioteca del Vaticano, oculto al público? Orígenes deno­minó a este evan­gelio el «Evangelio de los doce». Jerónimo lo llamó una vez «Evangelio según los apóstoles». Modernos expertos de la Biblia con­sideran el Evangelio hebreo y el Evangelio ebio­nita como idénticos –como el «libro secreto» que tradujo Jerónimo y del que se conocen po­cos trozos, que muestran que Jesús estaba con­tra el consumo de carne, así, por ejemplo, los ver­sos:
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Jesús: «Yo he venido a acabar con los sa­crificios, y si vosotros no dejáis de sacri­ficar, la ira no se apartará de vosotros
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Discípulo: «¿Dónde quieres que te organi­cemos la cena de Pascua?
Jesús: «¿Os parece que Yo deseo comer car­ne con vosotros, en esta Pascua

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Esta y otras verdades esenciales no podían ser mencionadas en la Biblia. Tales verdades son las que según Jerónimo «se negaron a propósito» a escucharlas los oídos de la Iglesia.
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Es evidente que la Biblia no ha sido «sólo» fal­sificada. Se va concretando la conjetura de que verdades esenciales para la humanidad tenían que permanecer ocultas.
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Explicaciones sobre el Evangelio ebionita
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Sobre el Evangelio ebionita, que Jerónimo pri­mero tradujo y después rechazó, pero que menciona a menudo en sus cartas, y que Orígenes, se­gún Jerónimo, «empleó con frecuencia», escribe el autor alemán Carsten Strehlow lo si­guien­te en su obra «Vegetarianismo/Veganis­mo como parte del cristianismo» en la página 43, en ale­mán: «Se dice que los ebionitas tuvieron escritos pro­pios. A estos pertenecen entre otros el evangelio ebionita y el nazareo, así como parte de los “seu­doclementinos”. El evangelio nazareo es segu­ramente el evangelio original de San Mateo en idioma arameo. El evangelio ebionita tendría que ser la traducción griega del evangelio na­zareo en arameo. Ambos evangelios han sido transmitidos sólo en trozos elaborados, es decir, indirecta­men­te en los textos de algunos escri­tores eclesiás­ticos, el evangelio ebionita sólo en Epifanio (367-404) y el evangelio nazareo en algunos otros, es­pe­cialmente en Jerónimo (348-420). Los ebio­nitas se expandieron entre los si­glos II y III, al mar­gen de los centros de poder ro­mano…"
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Como ya fue mencionado, los ebionitas son los seguidores de los nazareos, y de esta forma de la comunidad originaria de Jerusalén… La for­­ma de vida vegetariana o incluso vegana se ve también atestiguada en sus escrituras. En el evangelio ebionita, que fue transmitido por Epi­fa­nio (Contra Haereses), Juan Bautista no se alimenta de langostas sino de «miel silvestre, cuyo sabor era el del maná, como pastel en aceite» (30, 13.4s), y Jesús rechaza aquí también la matan­za y el comer el cordero de Pascua (30, 22.4)…
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También Plinio confirma el vegetarianismo/ve­ga­nismo de los ebionitas en su carta al em­pe­rador romano Trajano…
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Epifanio (Contra Haereses 30, 18.9) informa que los ebionitas contestaban a la pregunta de por qué rechazaban estrictamente comida con carne y sacrificio de víctimas: Porque Jesús así se los había manifestado. Strehlow escribe que los ebionitas celebraban la cena como un simple recuerdo de la comunidad de la mesa con Jesús, por cierto en forma vegetariana.
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¿Por qué dejó Jerónimo contradicciones en la Biblia?
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La Biblia está llena de contradicciones. Uno se pregunta por qué Jerónimo las dejó en la Biblia. Al fin y al cabo él disponía de todas las fuentes exis­tentes y estaba autorizado por el Papa. Tal vez le quería mostrar a la posteridad que en los escritos se intervino con falsedad. Tal vez le pa­recieron justas las muchas contradicciones, para no tener que tocar los textos que eran desagra­dables para el Papa y la Iglesia. El lector atento pue­de con ello medir con más facilidad las mani­pulaciones que la Iglesia hizo a la enseñanza de Jesús.
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No podemos olvidar que Jerónimo era defensor de una cierta ética. Él era también un amigo de los animales, como lo demuestra la historia con un león: Cuando él estuvo una vez con algunos monjes al aire libre en el desierto de Siria, apa­re­ció de repente un león cojeando. Sus hermanos se alejaron aterrorizados, pero Jerónimo y el león confiaron el uno en el otro. Jerónimo sacó una espina de la pata del animal y así eliminó el motivo de su cojeo. El león se sintió muy agra­decido de su salvador y a partir de entonces se transformó en su fiel acompañante. Como se dijo anteriormente, Jerónimo era vegetariano, lo que seguramente estuvo en gran contradic­ción con la tradición usual de los romanos y tam­bién de los prelados eclesiásticos.
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Tal vez tengamos que agradecerle a pesar de todo a Jerónimo, el «falsificador de la Biblia», que los Diez Mandamientos y las enseñanzas fun­damentales de Jesús (por ejemplo, el Sermón de la Montaña) hayan quedado en la Biblia.
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Aunque la Biblia es una selección de innu­me­rables escritos antiguos, en los que muchos tra­ductores y escritores han introducido en mu­chos párrafos el contenido de lo que estaba en su consciencia, a pesar de todo se han conser­vado los pasajes necesarios para lograr una su­peración positiva de la vida terrenal. Quien lea la Biblia con el corazón y el entendimiento, reco­nocerá las verdades aún existentes en ella, des­cubriendo tal vez en las contradicciones las ma­ni­pulaciones eclesiásticas, y sacando de ello con­clusiones y consecuencias personales…
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¿Falsificó San Pedro la enseñanza de Jesús?*
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En la segunda Epístola de San Pedro se en­cuen­tra, por ejemplo, una verdadera difamación en contra de personas de otras creencias: «Pero estos, como animales irracionales, des­tinados por naturaleza a ser cazados y muertos…; hombres manchados e infa­mes…» (2º Ped. II, 12s.)
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Aquí Pedro dio vuelta al revés las enseñanzas esen­ciales de Jesús (amor al prójimo, amor al ene­migo, tolerancia). La Iglesia Romana (la In­quisición) y también Lutero acogieron después gustosos esta forma de ver a las personas de otras creencias.
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* La mayoría de los teólogos de la Iglesia parten actualmente de la suposición de que toda la segunda epístola de Pedro, la que sólo se le atribuyó a San Pedro, es una falsificación. De todos modos, las Iglesias siguen considerando esta epístola como la Palabra de Dios.
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San Pablo falsificó de forma masiva la enseñanza de Jesús*
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Pablo falsificó la enseñanza de Jesús en los siguientes puntos principales:
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- Sólo la fe basta
- Menosprecio de la mujer
- Pena de muerte
- Servicio militar
- Consumo de carne
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San Pablo no conoció a Jesús. Nunca se encontró con él. Conocía las enseñanzas sólo de oídas. A pesar de todo difundió las enseñanzas con tanto ahínco como él antes las había rechazado y también había perseguido a sus predicadores. Al­gunos ejem­plos de falsificaciones que se remiten al de­nominado san Pablo o a epístolas que le fue­ron atribuidas:
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* ¿O se le atribuyeron también a él algunas falsificaciones?
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Fe en vez de hechos
Pablo enseñó: «Porque pensamos que el hom­bre es justificado por la fe, indepen­dien­te­mente de las obras de la ley.» (Rm III, 23-28) Es­­te fue un mensaje muy agradable para el pue­blo, que ya no tenía nada más que ver con el incómodo Jesús de Nazaret, que ense­ñaba que había que cumplir los Manda­mien­tos y el Sermón de la Montaña, y que dijo: «Haz eso y vivirás.» (Lc X, 28 / Mt VII, 21. 24)
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Menosprecio de la mujer
Como era costumbre en su medio ambiente ro­mano, Pablo menospreciaba a la mujer (1º Cor XI, 9; XIV, 34), a pesar de que Jesús la con­sideraba de igual valor.
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Pena de muerte
Pablo adaptó el cristianismo completamente al imperio romano, explicando que el cristiano tenía que obedecer a las autoridades de este mundo, debido a que estas fueron instau­ra­das y constituidas por Dios; la autoridad es «un servidor de Dios», que no en vano lleva es­pada «para hacer justicia y castigar» (Rm XIII) – una enseñanza que tendría un efecto terrible en los casi 2000 años siguientes. Jesús de Nazaret y los apóstoles no enseñaron algo así. Ellos dijeron: «Pues lo del César devol­véd­selo al César, y lo de Dios a Dios.» O bien: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hom­bres.» (Mt XXII, 21/Hch V, 29)
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Servicio militar/esclavitud
Debido a que se amoldaba al sistema romano, Pablo aprobó en cierto modo también la es­cla­vitud (carta a Filemón), y en las conse­cuen­cias de su enseñanza sobre las autoridades civiles, por lo visto también el servicio militar (Rm XIII); así fue como por lo menos lo enten­dió la Iglesia.
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Comer carne
Pablo enseñó: «Comed todo lo que se vende en el mercado sin plantearos cuestiones de conciencia.» (1º Cor X, 25)
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Cuando los primeros cristianos empezaron a reunirse, para comer y beber en comunidad, nin­gún animal tenía que morir por ello. Pues Je­sús de Nazaret había explicado a sus segui­do­res la forma de sentir de los animales y les ha­bía encomendado no matar animales.
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¿Fue dictado por San Pablo el Evangelio de San Lucas?
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El Evangelio de San Lucas es el único Evangelio que describe a María como virgen, teniendo que ser­vir al fin y al cabo de base para el Dogma católico de la virginidad de María.
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Según el «Canon Muratori» del año 1740, basado en un documento del año 200, refiriéndose con esto a uno de los documentos de tiempos más antiguos, Pablo «atrajo» a un experto en leyes (en otra traducción se habla de un «perito en es­crituras»). Se trataba de un médico llamado Lu­cas. Este redactó un evangelio «en su propio nom­bre, pero de acuerdo con [su] opinión. Tam­poco él vio nunca al Señor en persona.
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Que en el Canon Muratori se tradujo y se copió doblemente por error un mismo párrafo, es sólo un ejemplo de la «barbarie» con que en parte fueron traducidas las Escrituras y de los errores con que se las copió.
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Mientras Pablo fue perseguido y por último asesinado en Roma por las autoridades a las que él quería obedecer, maduraron entretanto las falsas semillas que él había sembrado, cre­ciendo en numerosos lugares del imperio ro­mano la ins­titución Iglesia.
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Cerca de 300 años después, la Institución ascen­dida entretanto a Iglesia estatal, requisó todos los escritos de los adversarios de Pablo. Por el contrario, los escritos de Pablo, que el hom­bre de Tarso ya no podía corregir, fueron incor­porados a la Biblia y declarados sin excepción como «Palabra de Dios». De este hecho tampoco se puede excluir la posibilidad de que al cele­bra­do «apóstol» se le adjudicaran algunas cosas y se ignoraran conscientemente sus correcciones. Por este mo­tivo, la mayoría de los expertos en re­ligión están actualmente convencidos de que algunas Epís­tolas de Pablo no son de él, sino de sus discípulos.
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La palabra de Dios es puesta ya falseada en boca de Moisés
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La falsificación del mandamiento sobre los alimentos
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Al principio Dios dio a la humanidad un man­da­miento vegano–vegetariano sobre los alimen­tos:
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Antes: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la Tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; os servirá de alimento. Y a todo animal te­rres­tre y a toda ave del cielo y a todos los rep­tiles de la tierra, a todo ser animado de vi­da, les doy la hierba verde como alimento. Y así fue. Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien.» (Génesis I, 29-31)
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Después: Después del diluvio Dios habló supues­ta­mente a la humanidad de otra forma: «Infundiréis temor y miedo a todos los ani­males de la tierra, a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra dis­po­sición. Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde. Sólo dejaréis de co­mer la carne con su alma, es decir, con su sangre.» (Génesis IX, 2-4)
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Como en todas las religiones, los sacerdotes y los escribas de tiempos pasados falsificaron, cambiaron y elaboraron las escrituras a su gus­to.
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La siguiente cita proveniente de la antigüedad podría esclarecer la pregunta de por qué en el Antiguo Testamento figuran tantos manda­mien­tos crueles sobre sacrificios: «Sin embargo, los sacrificios sangrientos, se­gún creo, fueron ideados sólo por las perso­nas que buscaban un pretexto para comer carne...» (Clemente de Alejandría, Paidagogos II)
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La falsificación del sacrificio de los animales: Instrucciones para el asesinato de animales
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Nada menos que a Dios se le atribuyeron las crue­les órdenes de que en todas las fiestas había que matar y quemar animales, a menudo con la cí­nica añadidura: «...de calmante aroma para Yavé». Así, por ejemplo, el día de Año Nuevo, en el día de la Reconciliación, en Pascua, en la fiesta de la Semana, en la fiesta de los Tabernáculos o en el día de las Primicias. (p. ej. Números XXVIII y XXIX)
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Ya durante la salida de la cautividad en Egipto, Dios habría ordenado supuestamente matar «una res por casa», lo que tenía que repetirse anualmente. (Exodo XII, 3-6. 25 y sig.)
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Pero también en la vida diaria ese Dios quiere ser «tranquilizado» de esa forma, por ejemplo, teniendo que entregarle «la grasa que cubre las en­trañas», «toda la grasa de las entrañas, los dos riñones con la grasa adherida a ellos y a los lomos y el lóbulo del hígado... Será un manjar abra­sado de calmante aroma para Yavé.» (Leví­tico III, 1-17)
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Diariamente se mataban por lo menos 2 cor­de­ros. (Levítico XXVIII, 3-4)
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Ante la entrada del templo sale del altar el humo de los cadáveres que se están quemando, y la comunidad canta mientras tanto «Aleluya». (p. ej. Salmos 135, 1-3) Y el Dios que vive en el templo dice lo siguiente refiriéndose a ese lugar: «Aquí está mi reposo para siempre, en él me instalaré, que así lo quiero...» (Salmos 132, 14)
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Asesinato de animales siguiendo indicaciones muy exactas: La palabra de Dios dice lo siguiente según el Levítico: El sacerdote «impondrá su ma­no sobre la cabeza de la ofrenda del cordero y lo inmolará delante de la Tienda del Encuentro». «El rabo entero, que se cortará desde la raba­di­lla» se tiene que «entregar» a Dios. (Levítico III, 8-9)
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El sacerdote «desollará después la víctima y la descuartizará». La piel del novillo, toda su carne con su cabeza y sus patas, sus entrañas con los excrementos, el novillo entero, «lo sacará fuera del campamento, a un lugar puro, al vertedero de las cenizas». (Levítico I, 6; 4, 11-12)
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De la cabra tiene que «poner la cabeza encima de la madera, encima del fuego del altar». (Levítico I, 11-12)
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Al pichón le «quitará la cabeza», «le quitará el bu­che y las plumas», y «abrirá el ave por entre las alas, sin llegar a partirla... Su sangre será ex­primida contra la pared del altar.» (Levítico I, 15-17)
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Estos textos contradicen de manera rotunda las palabras de los profetas a través de los cuales Dios pone claramente al descubierto estas falsi­ficaciones, y las corrige.
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Las palabras de los Profetas ponen en evidencia la falsificación de los sacrificios de animales
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A través de los profetas, Dios revela clara­men­te que Él nunca exigió los crueles sa­cri­ficios de animales, y que estos son un horror para Él. Con ello queda claramente demostrado que es­tos textos están falsificados con toda se­­gu­ridad.
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A través del profeta Isaías, Dios dice: «Harto estoy de holocaustos de carneros, de sebo de cebones y sangre de novillos y machos cabríos…El humo del incienso me resulta insoportable.» (Isaías I, 11. 13)
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A través de Oseas, Dios expresa: «Porque yo quiero amor, no sacrificio, co­nocimiento de Dios, más que holocaustos.» (Oseas VI, 6)
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Y Dios dice a través del profeta Jeremías: «Así habla Yavé, el Dios de Israel. Añadid vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comeos la carne. Que cuando yo saqué a vuestros padres de Egipto, nada les dije ni mandé sobre holocausto y sacrificio. Lo que les mandé fue esto otro: Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, e iréis por donde yo os mande, para que os vaya bien.» (Jeremías VII, 21-23)
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Dios habla también a través del profeta Amós: «Yo detesto, aborrezco vuestras fiestas, no me aplacan vuestras solemnidades. Si me ofrecéis holocaustos y sacrificios de alimen­tos, no me complazco con vuestras oblacio­nes, ni miro vuestros sacrificios de comunión de novillos cebados. ¡Aparta de mí el ronro­neo de tus canciones, no quiero oír la salmo­dia de tus arpas!» (Amós V, 21-23)
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«No matarás»
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A pesar de que Dios dio a través de Moisés el man­damiento «no matarás», en el Antiguo Testamento se Le atribuyen muchas instrucciones para asesinar, como si estas fueran la palabra de Dios. Algunos ejemplos:
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¡Matad a todos!
«...y pasarás a filo de espada a todos sus varones. Las mujeres, los niños, el ganado, todo lo que haya en la ciudad, todos sus despojos los to­marás como botín. Comerás los despojos de los enemigos que Yavé, tu Dios, te ha entregado.» (Deuteronomio XX, 13-14)
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«¡Embriagaré de sangre mis saetas y mi espada se saciará de carne: de sangre de muertos y cautivos de cabezas encrestadas de enemigos
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¿Pero habéis dejado con vida a las mujeres?
«... atacaron a Madián como había mandado Yavé a Moisés y mataron a todos los varones; mataron también a los reyes de Madián... Los israelitas hicieron cautivas a las mujeres de los Madián y a sus niños, y tomaron como botín su ganado, sus rebaños y todos sus bienes. Prendieron fuego a todas las ciudades en que habi­taban y a todos sus campamentos... Moisés se encolerizó contra los jefes de las tropas... y les dijo: «¿Pero habéis dejado con vida a todas las mu­jeres?... Matad, pues, a todos los niños varo­nes… y a toda mujer que haya conocido varón; pero dejad con vida para vosotros a todas las mu­chachas que no hayan dormido con varón.» (Números XXXI, 1 y sig.)
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Apedrear, matar, empalar...
«Y si un hombre procede insolentemente, no escuchando al sacerdote que se encuentra allí al servicio de Yavé tu Dios, o al juez, ese hombre morirá...» (Deuteronomio XVII, 12)
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«Si un hombre tiene un hijo rebelde y díscolo, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre...Y todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera...» (Deuteronomio XXI, 18 y sig.)
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«Cíñase cada uno su espada al costado; pasad y repasad por el campamento de puerta en puer­ta, y matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente. Cumplieron los hijos de Leví la or­den de Moisés; y cayeron aquel día unos tres mil hombres del pueblo. Luego dijo Moisés: hoy habéis recibido la investidura como sacerdotes de Yavé, cada uno a costa de vuestros hijos y vues­tros hermanos, para que él os dé hoy la ben­dición.» (Éxodo XXXII, 27 y sig.)
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«Yavé dijo a Moisés: Toma a todos los jefes del pueblo y empálalos en honor de Yavé, cara al sol; así cederá el furor de la cólera de Yavé contra Israel.» (Números XXV, 4)
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«Brotó fuego de Yavé, que devoró a los dos­cientos cincuenta hombres que habían ofrecido el incienso.» (Números XVI, 35)
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«Yavé dijo a Moisés: “Que muera ese hombre. Que lo apedree toda la comunidad fuera del cam­pa­mento“. Lo sacó toda la comunidad fuera del cam­pamento y lo apedrearon hasta que murió, según había mandado Yavé a Moisés.» (El hombre había andado buscando leña en día sábado). (Éxodo XXXI, 12-14)
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Estas crueles instrucciones para llevar a cabo asesinatos no pueden provenir de un Profeta que ha recibido de Dios la ley «No matarás», y la ha enseñado.
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Estas falsificaciones de los escritos trajeron a la humanidad consecuencias desastrosas. Incluso hoy en día los políticos justifican sus actos con el Antiguo Testamento. Así por ejemplo, el fallecido presidente de Croacia Franjo Tudjman: «El genocidio (exterminio de un pueblo) no sólo está permitido, sino que es recomendable.» Al expresarlo, él se remite literalmente al «todo­po­deroso Jehová» del Antiguo Testamento.
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A pesar de ello la institución católica afirma que el Antiguo Testamento fue «inspirado por Dios», y los cristianos veneran el Antiguo Testamento como que es la «verdadera Palabra de Dios».
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También Martín Lutero falsificó la Biblia
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Lutero falsifica la enseñanza de Jesús que se refiere al «actuar» transformándola en una enseñanza basada en el «creer».
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Cuánto de positivo haga o deje de hacer una persona no es decisivo para Lutero y su nueva fe evangélica protestante. Lo decisivo es que «pa­ra él (para el hombre), ninguna de sus obras son necesarias para la piedad y la bienaven­tu­ranza». Dicho de otra forma: El hombre no pue­de encontrar a Dios por medio de sus actos. Lu­tero se orienta en ello a Pablo, Jesús de Nazaret enseñó lo contrario.
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La renuncia a la violencia de Jesús es falsificada, convirtiéndose en pena de muerte
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Después de que Pedro, al ser apresado Jesús, hiriera gravemente con la espada a un hombre del séquito de los sumos sacerdotes, Jesús sanó la herida y advirtió a Pedro: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.» (Mateo XXVI, 52)
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El teólogo alemán Martín Lutero transforma el significado de una afirmación, por ejemplo camiando una palabra en lo contrario («deber» en vez de «ser»). Así por ejemplo, en la traducción al idioma alemán que hizo Lutero de la Biblia, la explicación de la ley de causa y efecto se convirtió en una presunta exigencia de la pena de muerte por parte de Jesús al Estado, lo que supues­ta­mente figuraba en el Antiguo Testamento, que en la versión en alemán de Lutero (adaptada aquí en su traducción al castellano), dice: «Quien vierta sangre de hombre, su sangre deberá ser ver­tida por otro hombre.» (Génesis IX, 6)
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También en este pasaje cambió Lutero la pa­la­bra original de «será» en «deberá ser». (Texto extraído de la publicación alemana Der Theologe n° 8, http://www.theologe.de/).
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[En lengua alemana, la forma verbal «será» tiene aquí el sentido de lo que seguirá como consecuencia de un acto o hecho, mientras que «deberá ser» tiene el sentido perentorio de obligación, como en «tener que», en es­pa­­ñol. Nota de los traductores]
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Lutero falsifica una referencia a la reencarnación
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En la Epístola de Santiago en la Biblia se advierte de que nuestra lengua puede prender fuego a la «rueda de la vida». (III, 6; comp. Eclesiastés XII, 6) Este pasaje se puede interpretar de la siguien­te manera: malas palabras pueden hacer que se prenda un fuego, el cual pone de nuevo en mo­vi­miento la rueda de la reencarnación pa­ra la per­sona afectada. Esto significa que esta persona tiene que encarnar nuevamente para re­parar el daño causado.
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Martín Lutero omitió absolutamente traducir la expresión griega «trochos tes geneseos» («Rueda del surgimiento» o de la «vida») e in­trodujo en su lugar tres palabras que le parecían más adecuadas, cuales fueron «todo el mundo». Según Lutero, la lengua podría entonces pren­der fuego a «todo el mundo».
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Por eso muchas personas creen que el conoci­mien­to sobre la «rueda del nacimiento» no es bíblico-cristiano, sino que ha sido tomado de religiones orientales.
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Falsificaciones de la Biblia en la actualidad
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Papa Juan Pablo II:
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«Nosotros no somos pacifistas
En todos los tiempos la casta sacerdotal ha sido partidaria de la guerra. Hoy en día se aprueba la llamada guerra de defensa. Aunque el Papa aparentemente se manifestó en contra de la re­ciente guerra en Irak –habiéndose escuchado por otra parte en los EE UU de América voces de parte del clero que manifestaban lo contrario–, esto tiene que ser entendido sólo como una estrategia política. Por ejemplo, durante la guerra de Yugoslavia, el Papa Juan Pablo II declaró: «Nosotros no somos pacifistas
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Sólo hace poco el Cardenal Ratzinger, el segundo hombre fuerte junto al Papa de entonces, y actual pontífice, declaró que él rechazaba el pa­ci­fismo.
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«Matar» se cambia por «asesinar»
Por eso no es de extrañar que el mandamiento «no matarás», de pronto en biblias alemanas apa­rezca como un restringido «no asesinarás», lo que constituye una falsificación actual de la Biblia.
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Es decir que en determinadas circunstancias aho­ra se puede matar, por ejemplo en caso de defensa propia y por defensa en caso de ne­cesidad. El matar animales en los mataderos, en laboratorios de experimentación, en bosques y campos, está ahora incluso bendecido por los Man­damientos, puesto que «asesinar» se refiere sólo a los seres humanos.
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No obstante, en Isaías encontramos en las mis­mas biblias un pasaje que, según sea la tra­duc­ción, iguala el matar animales al matar seres hu­manos: «¿Se inmola un toro como quien abate un hombre
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Tales falsificaciones y manipulaciones, como el cambiar el «matar» por «asesinar», van acompañadas de la decadencia de los valores éticos y morales, y la refuerzan.
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Así la Iglesia puede ahora apoyar sin problemas una guerra, lo que hasta ahora ya ha hecho de to­das formas en la mayoría de los casos. El ase­gu­ramiento teológico necesario se lo ha fabri­ca­do ella misma y lo ha anclado en su Biblia. Pero es­tas enseñanzas erróneas no tienen nada que ver con Jesús de Nazaret y Su enseñanza. Él era pa­cifista y enseñó y vivió el pacifismo – aunque las Iglesias hoy en día enseñen y vivan de otra for­ma. ¡Ya es tiempo de salirse de ellas...!
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Hubo muchos otros Evangelios
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Mucha gente piensa que la Biblia contiene todos los evangelios que fueron transmitidos. Esto es una equivocación. Junto a los Cuatro Evangelios (Mateo/Marcos/Lucas/Juan), había muchos evangelios más que gozaban de gran prestigio entre los primeros cristianos. Así, por ejemplo, el evangelio de los Nazareos, de los Ebionitas, el de Tomás, el de los Hebreos y un evangelio de los Egipcios. Además existían también un evangelio de Felipe, de Pedro, de María, de Nicodemo y de Bartolomé, algunos evangelios de la infancia, un evangelio de Santiago, así como las actas de Pedro, Juan, Tomás y Pablo y varios libros, cartas y otros escritos. No debe olvidarse el evangelio de la vida perfecta y el evangelio de la Paz de los esenios. Todos estos escritos y textos fueron de­clarados falsos por la Iglesia de aquel tiempo y fueron rechazados por ella.
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Falsificaciones hasta en el siglo IX
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La enseñanza de la reencarnación fue rechazada
«Por lo tanto no existe un evangelio que con­tenga la verdadera verdad absoluta. Todos ellos son copias de copias con cambios en parte considerables. En todas estas correcciones y falsificaciones no hay que excluir el hecho de que con ellas también fueron eliminados mu­chos pasajes de textos que atestiguaban la vida vegetariana-vegana y frugívora (terrana) y la abstinencia del alcohol, tanto de Jesús como de los primeros cristianos...
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Especialmente esos pasajes no se adecuaban a la forma de vivir de los romanos de la clase alta de aquel tiempo, que consideraban incluso la esclavitud humana como algo perfectamente legítimo
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Y a partir del Concilio de Constantinopla (553) la Iglesia rechazó también el requisito para la enseñanza de la reencarnación, cual es la pre­exis­tencia del alma. «Hasta entrado el siglo IX conti­nuaron corrigiéndose textos y evangelios, o me­jor dicho, fueron adaptados a los acuerdos de los concilios correspondientes
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Quien no creía que la Biblia estaba inspirada por el Espíritu Santo era condenado por la Iglesia de Roma
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Extractos de la cuarta sesión del concilio general de la Iglesia en Trento (1546): «Pues ellos [todos los libros del Antiguo y Nue­vo Testamento] proceden de la boca de Cristo, o fueron inspirados por el Espíritu Santo y han sido conservados en sucesión ininterrumpida por la Iglesia católica. Quien por tanto no reconozca estos libros… como sagrados y canónicos, y quien consciente y deliberadamente desprecie el legado de que hemos hablado, que sea condenado» (lite­ral­mente: anathema sit = «que la maldición caiga sobre él», o bien «que sea maldito»), lo que significa que estaba a merced de la con­denación eterna católica. Sin embargo, una maldición semejante traía consigo ya en la vida terrenal consecuencias graves para el afectado: era despreciado, excluido de la sociedad, y quedaba así puesto «fuera de la ley». No tenía ninguna protección del Estado ni ningún tipo de derechos de ciudadanía. El que le matara no era condenado. Según fue­ran las circunstancias, un anatema era equi­parable a una pena de muerte indirecta.
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A pesar de que en el concilio de Trento se acordó la maldición de todo aquel que no creyera que la Biblia venía «de la boca de Cristo», al mismo tiempo se acordó que sólo la Iglesia deter­mi­naba qué era lo que venía de la boca de Cristo: sólo la edición de la Biblia «que durante un uso de siglos en la Iglesia había demostrado ser vá­lida, debía considerarse como medida en las lec­turas públicas, en discusiones de letrados, ser­mones y explicaciones. Nadie podía tomarse la li­bertad de rechazarla por algún motivo
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Citas de teólogos e investigadores de la Biblia
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Bruce M. Metzger, Teólogo norteamericano: «Los manuscritos del Nuevo Testamento conservan rastros de dos tipos de cambios dog­máticos: por un lado los cambios y tachaduras de pasajes que se consideraban inaceptables o incómodos, pero también otros que aportaban al texto la “constatación” de una doctrina teoló­gica o de una costumbre de la Iglesia que fueran muy apreciadas.» (del libro de texto del Nuevo Testamento, pág. 204, en alemán)
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Detlef Nielsen Historiador de la religión, danés: «Primero se corregían los manuscritos de los evan­gelios a través de omisiones y añadidos para armonizarlos entre sí. Cuando de esta for­ma se llegaba a obtener un texto servible, se po­nía todo el arte explicativo y expositivo de la Iglesia al servicio de su armonización, para ob­tener de ello un evangelio.» (El Jesús histórico, pág. 26/27, en alemán)
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Anton Mayer, Sociólogo alemán «Oscuridad impenetrable envuelve el origen del Nuevo Testamento como escritura sagrada. Es más honesto admitir como fundamentada esta oscuridad que el Nuevo Testamento comparte con todas las escrituras sagradas, que disimularla de forma teológica
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«No se conserva ningún manuscrito original del Nuevo Testamento. Todos se encuentran en co­pias hechas con posterioridad que, con excep­ción de algunos fragmentos, no datan de antes del siglo IV. Sólo unos pocos manuscritos con­tie­nen la totalidad del Nuevo Testamento, ninguno contiene el texto original completo. In­cluso los más antiguos no están libres de errores de transmisión

¿Qué postura toma la Iglesia frente a esto? «La Iglesia reprimió con castigos graves, desde el principio hasta el comienzo de la edad moderna, la información sobre la falta de garantía de au­ten­ticidad de los textos del Nuevo Testamento.» (El Jesús censurado. Sociología del Nuevo Testamento, pág. 159, 167, 168, en alemán)
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El periódico populista alemán BILD y su «Biblia popular»
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El periódico de mayor tirada de Europa sacó al mercado con mucho bombo y platillos una «Bi­blia popular». Para que tuviera más fuerza publi­ci­taria, y en presencia de los redactores responsables del periódico BILD, se la presentaron al Pa­pa para que la firmara.
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Una entrevista del 16 de noviembre de 2004 delata hasta qué punto la Biblia contiene la verdad. BILD preguntó a un investigador de la Biblia sobre el origen del Antiguo Testamento, a cuyo efecto éste admitió que «…la Biblia fue redactada por seres huma­nos...», mencionando, sin embargo, al mismo tiem­­po que «esas historias son absolutamente válidas».
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A la pregunta de si Adán y Eva habían vivido real­mente, él respondió sin rodeos: «No, todos los personajes del comienzo de la Biblia son per­sonajes de leyenda
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Noé habría sido supuestamente sólo un «personaje de leyenda»
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Entre estos «personajes de leyenda» se en­cuentra también Noé, de acuerdo con una afir­mación del experto en investigación del Antiguo Testamento de la Biblia, el catedrático uni­versitario Manfred Oeming.
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Uno se pregunta por qué se cree a un «per­sonaje de leyenda» (periódico BILD), a través del cual supuestamente Dios habría dicho: «To­do lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento.» Y además: «Infundiréis temor y mie­do a todos los animales de la tierra...» (Génesis IX, 2-3). O sea, por qué se cree al «personaje de leyenda Noé» más que a las palabras de Dios a través de Moisés: «...os he dado toda hierba de semilla que exis­te sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla os servirá de alimento.» (Génesis XXIX)
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Aquí no sólo el periódico «BILD» pregunta en qué consiste en realidad el valor de la Biblia. Pero también a esto el catedrático tiene una respues­ta: La Biblia ha de abrir un camino de acceso al mundo de Dios. Tal vez podría ser que ésta tenga que hacerlo. Pero el hecho es que a causa de la Biblia falsificada y de sus sutiles inter­pre­ta­cio­­nes teológicas, innumerables perso­nas fue­ron matadas (por medio de cruzadas, inqui­si­ción, genocidios, etc.), y hoy en día tan sólo en el occidente «cristiano» millones de ani­ma­les tienen que esperar a diario una cruel «eje­cu­­ción» en oscuras mazmorras y sufriendo tor­tu­ras, para después ser comidos por los se­res hu­manos.
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