El pagano «comerse a Dios», las particularidades de la aparentemente cristiana fiesta de la eucaristía
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¿De dónde vienen las muchas ceremonias que imprimen su sello al carácter de la Iglesia católica?¿De dónde viene, por ejemplo, el denominado día del Corpus, y qué significa «corpus»?
¿De dónde vienen las muchas ceremonias que imprimen su sello al carácter de la Iglesia católica?¿De dónde viene, por ejemplo, el denominado día del Corpus, y qué significa «corpus»?
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La palabra «corpus» hace referencia al cuerpo de Cristo. El día del Corpus significa la adoración del cuerpo de Cristo, o de aquello que la Iglesia considera el cuerpo de Cristo, esto es, la hostia. Según la creencia católica, la hostia es el cuerpo de Jesucristo, pero no sólo simbólicamente sino de hecho. Esta enseñanza fue dogmatizada en el año 1215 en el Concilio Lateranense y no tiene nada que ver con el cristianismo de los orígenes. En el día del Corpus la hostia se saca a pasear en procesiones y es mostrada a todos.
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Como sabemos, los primeros cristianos no tenían ninguna cena ritual. Comían juntos sencillamente, tomaban una comida festiva, la comida del amor, el ágape. Y de este ágape se desarrolló después la cena ritual de la Iglesia, que tiene un origen pagano. En los cultos paganos tales cenas existían de múltiples maneras, en parte cenas sangrientas donde se sacrificaban animales, como por ejemplo, en el culto de Mitra o en el de Atis. En parte había también comidas en las que se tomaba agua y pan, o vino y pan. Estos son los comienzos de la cena ritual que luego se asentó en la Iglesia. Tanto hoy como en aquel entonces la base era el concepto de que mediante el sacrificio –de un animal o justamente de un dios que se sacrifica por los hombres, o es sacrificado– las personas estarían liberadas de la carga de sus pecados. Entonces ellas mismas ya no necesitan hacer nada, no necesitan volverse activas, no necesitan trabajar en sí mismas, no necesitan cambiar ellas mismas, sino que mediante ese sacrificio quedan ya supuestamente redimidas como de manera automática.
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.Las similitudes con el paganismo son notables y con toda seguridad no casuales. Hasta la famosa fórmula «Ite missa est», que dicen los sacerdotes católicos a los creyentes, habría sido sacada textualmente del culto a Isis, según describe el historiador francés Robert Kehl. Especialmente significativo es, no obstante, que esa comida –como en las religiones místicas paganas– era al mismo tiempo un comerse el cuerpo de «dios» y un beber su sangre, una comunión que representa el «comer a dios». Por ejemplo, también en el culto pagano a Osiris se creía realmente lo mismo que los católicos tienen que creer hoy en día, que en la «cena sagrada» se comen la carne del dios sacrificado. Según Robert Kehl, incluso la fórmula de transformación que se utiliza en las misas católicas actuales se encuentra esencialmente en aquellos cultos paganos, de donde se ha transmitido textualmente: «Di siete veces: Tú eres vino» –entonces viene la transformación–, «No eres vino, sino la sangre de Atena.» «Tú eres vino» – entonces tiene de nuevo lugar la transformación – «No eres vino, sino la sangre de Osiris, las entrañas de Jao» – y con ello estamos ya con la carne.
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Las fiestas paganas de la eucaristía tienen muchas cosas en común con las actuales misas católicas. Tanto en unas como en otras el sacerdote se lavaba antes las manos, era asistido por monaguillos, había vestiduras especiales para la misa; además se utilizaban hostias con crucifijos tallados. En los momentos culminantes de la festividad –por ejemplo, cuando se muestra la hostia o el cáliz o el «dios», es decir, mientras el sacerdote de Isis mostraba su dios al pueblo, de modo parecido a como se hace en la transformación católica– se dice que los dos monaguillos que tenía a su lado agitaban el sonante sistro egipcio, que corresponde a la actual campanilla católica de los monaguillos. Una conocida obra sobre el catolicismo resume de la siguiente manera el mecanismo realizado por el sacerdote en la misa católica tradicional en latín:
Las fiestas paganas de la eucaristía tienen muchas cosas en común con las actuales misas católicas. Tanto en unas como en otras el sacerdote se lavaba antes las manos, era asistido por monaguillos, había vestiduras especiales para la misa; además se utilizaban hostias con crucifijos tallados. En los momentos culminantes de la festividad –por ejemplo, cuando se muestra la hostia o el cáliz o el «dios», es decir, mientras el sacerdote de Isis mostraba su dios al pueblo, de modo parecido a como se hace en la transformación católica– se dice que los dos monaguillos que tenía a su lado agitaban el sonante sistro egipcio, que corresponde a la actual campanilla católica de los monaguillos. Una conocida obra sobre el catolicismo resume de la siguiente manera el mecanismo realizado por el sacerdote en la misa católica tradicional en latín:
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«El sacerdote hace seis veces la señal de la cruz, se da vuelta seis veces hacia los feligreses, eleva once veces sus ojos al cielo, besa el altar ocho veces, dobla cuatro veces sus manos, se golpea el pecho diez veces, inclina veintiún veces su cabeza, se arrodilla ocho veces, inclina siete veces sus hombros, bendice treinta veces el altar con la señal de la cruz, pone veintinueve veces las palmas de las manos sobre el altar, reza once veces en voz baja, reza trece veces en voz alta, toma el pan y el vino y lo transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo. Tapa y destapa diez veces el cáliz, y va veinte veces de un lado para otro.» Puede que alguien encuentre esto gracioso, ¡pero de veras que va en serio! Si el responsable de una comunidad cristiano originaria hubiera organizado un circo tal durante la celebración de una cena con el Señor, lo hubieran llevado seguramente a un manicomio o lo hubieran echado de la comunidad. Y, ¿puede alguien imaginarse que Jesús, el Cristo, habría puesto en escena un culto o un espectáculo semejante durante su última cena? Seguro que no.
«El sacerdote hace seis veces la señal de la cruz, se da vuelta seis veces hacia los feligreses, eleva once veces sus ojos al cielo, besa el altar ocho veces, dobla cuatro veces sus manos, se golpea el pecho diez veces, inclina veintiún veces su cabeza, se arrodilla ocho veces, inclina siete veces sus hombros, bendice treinta veces el altar con la señal de la cruz, pone veintinueve veces las palmas de las manos sobre el altar, reza once veces en voz baja, reza trece veces en voz alta, toma el pan y el vino y lo transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo. Tapa y destapa diez veces el cáliz, y va veinte veces de un lado para otro.» Puede que alguien encuentre esto gracioso, ¡pero de veras que va en serio! Si el responsable de una comunidad cristiano originaria hubiera organizado un circo tal durante la celebración de una cena con el Señor, lo hubieran llevado seguramente a un manicomio o lo hubieran echado de la comunidad. Y, ¿puede alguien imaginarse que Jesús, el Cristo, habría puesto en escena un culto o un espectáculo semejante durante su última cena? Seguro que no.
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¡Esto no es lo que enseñó Jesús de Nazaret! El pan y el vino deberían servir únicamente como símbolo de la entrega de Su cuerpo y de Su sangre. Hacer de ello una ceremonia va en contra de lo que Jesús, el Cristo, quería y quiere. Toda persona debería simplemente recordarle a Él en sensaciones, pensamientos, palabras y actos. Esto significa entonces que todo esto había que entenderlo como símbolo, pero la Iglesia hizo de ello un ritual, apoyándose para hacerlo en los cultos paganos. Además, ha añadido todavía algunos ornamentos más para presentar la ceremonia de modo especialmente misterioso e impresionante.
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Cuando en el día del Corpus es llevada la hostia por las calles en una procesión festiva, visto desde un punto de vista neutral esto resulta bastante impresionante. También este rito procede del paganismo, pues por ejemplo, en el antiguo Egipto era costumbre realizar procesiones en que las divinidades eran transportadas en relicarios por las calles. Esto puede leerse todavía en la piedra de Rosetta.
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La Iglesia Católica lo ha estipulado férreamente, por ejemplo, en el libro de Neuner-Roos que lleva por título La fe de la Iglesia en la proclamación de la enseñanza, bajo el No. 582: «Quien diga que en el sagrado sacramento de la eucaristía, Cristo, el único Hijo nacido de Dios, no pueda ser adorado con el homenaje externo que requiere la veneración a Dios y que por ello Él tampoco debería ser homenajeado con una fiesta especial ni menos se le debería llevar solemnemente de un lado a otro en procesiones, de acuerdo con los loables y ampliamente extendidos usos y costumbres de la Santa Iglesia, o que no se debería mostrarlo públicamente al pueblo para que lo adore y que los que lo adoran son idólatras, quien diga esto ha de ser excluido.» Sabemos que «excluido» significa en última instancia tanto como «condenado».
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Lo que sabemos de la procesión del Corpus y de otras muchas cosas ya existía efectivamente en los tiempos del paganismo. Aquí se llega hasta los detalles más mínimos. También en el paganismo existían los lugares donde había que detenerse, los altares, que los creyentes podían erigir ante sus casas y donde después la procesión se detenía brevemente. Había procesiones nocturnas con antorchas y velas, en las que se cantaban diversas melodías. También había nuevos iniciados vestidos de blanco –pensemos en los niños durante la primera comunión–, etcétera. Y estos rituales paganos los encontramos hasta en los más ínfimos detalles en los de la Iglesia Católica.
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Por otro lado, existe desde el punto de vista católico la denominada «profanación de la hostia». Todo aquel que no trate la hostia como debería hacerlo de acuerdo con la fe católica es considerado un sacrílego. En tiempos pasados tales personas eran ajusticiadas por la Inquisición. Sobre todo se culpaba a los judíos de profanar las hostias. Hace pocos años, en Indonesia se condenó a un hombre a varios años de prisión por haberse llevado a casa una hostia que había sido bendecida antes por un sacerdote.
Por otro lado, existe desde el punto de vista católico la denominada «profanación de la hostia». Todo aquel que no trate la hostia como debería hacerlo de acuerdo con la fe católica es considerado un sacrílego. En tiempos pasados tales personas eran ajusticiadas por la Inquisición. Sobre todo se culpaba a los judíos de profanar las hostias. Hace pocos años, en Indonesia se condenó a un hombre a varios años de prisión por haberse llevado a casa una hostia que había sido bendecida antes por un sacerdote.
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Un profanador de hostias desde el punto de vista católico debería ser también el escritor alemán Arno Holz, que vivió a principios del siglo XX y escribió el siguiente poema: «Sí pues, yo digo, más útil que toda Biblia y breviario son por el momento nuestros silabarios. Pues sólo un tonto hoy su pescuezo inclina ante dioses amasados del trigo su harina.»
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Que los «dioses» católicos son amasados de harina de trigo, como lo describe Arno Holz en su poesía, es algo que por lo demás la Iglesia vaticana lo ha prescrito. En el Código del derecho canónico, es decir, del derecho eclesial católico, se puede leer en el canon 924, § 2, lo siguiente:«El pan tiene que estar todavía fresco y se debe amasar con harina de trigo pura.» O sea que probablemente la transformación de una hostia funciona sólo con harina de trigo. Aquí se tiene la impresión de que los ingredientes «correctos» son lo más importante, así como en la magia o en la brujería.
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En el paganismo se creía que mediante los rituales, la fuerza de la deidad se traspasaba a los hombres. Una semejante transmisión de fuerzas mágicas la encontramos todavía hoy en la Iglesia Católica. Los católicos están convencidos de que cuando van a comulgar experimentan un fortalecimiento especial de su alma.
En el paganismo se creía que mediante los rituales, la fuerza de la deidad se traspasaba a los hombres. Una semejante transmisión de fuerzas mágicas la encontramos todavía hoy en la Iglesia Católica. Los católicos están convencidos de que cuando van a comulgar experimentan un fortalecimiento especial de su alma.
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En su libro Los secretos de la Iglesia, el autor alemán Robert Kehl escribe lo siguiente: «Los creyentes –aquí él se refiere entre otras cosas al culto a Osiris– ya en los misterios paganos se imaginaban en todo lo que comían o bebían, por ejemplo, pan y vino, que el cuerpo y la sangre de la divinidad estaban realmente presentes.» Este dogma de que la divinidad está presente de forma real en la hostia y en el vino era ya en la antigüedad objeto de discusiones. Doctores de la Iglesia y también Papas se opusieron a ello, hasta que en el año 1215 esta tesis fue declarada definitivamente como dogma. Una persona moderna que piensa, puede que en este caso se quede perpleja y se pregunte: ¿No es una forma de canibalismo, cuando un Cristo real –en forma de hostia– es comido por los fieles? Seguro que es así. En las culturas de la edad de piedra se partía de la base de que la fuerza del enemigo muerto se traspasaba al que se lo comía. En este caso esto es similar. Hay que decir a este respecto que los sacrificios de toros en el culto a Atis fueron realizados bajo la actual basílica de San Pedro. Bajo ella hay un altar pagano de sacrificio donde se llevaron a cabo tales sacrificios sangrientos a aquel dios.
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